Este es el primer relato de cuando todo se hallaba inmóvil. Cuando no había todavía seres humanos ni animales, ni arboles ni piedras, y todo estaba en calma y silencio. Solo la mar serena se mantenía en reposo, tranquila y apacible, pues la faz de la tierra aun no se manifestaba.
Nada había dotado de existencia. Más en el centro de la noche eterna del inicio, moraban los progenitores rodeados de aguas claras y transparentes, vestido de plumajes verdes y azules, llenos de energía y pensamientos. Y ellos hicieron la palabra. Y en la oquedad del cosmos hablaron, meditaron y se pusieron de acuerdo para crear al hombre cuando la luz llegara.
De esta manera, en la oscuridad de las tinieblas nocturnas del origen, dispusieron la creación y el crecimiento de los seres:
- ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacio! ¡Que esta agua inmensa se retire y desocupe el espacio para que surja la tierra! ¡Que aclare! ¡Que amanezca! ¡Que broten los arboles y los bejucos!
Y diciendo esto los progenitores, como niebla, como nubes, como polvareda, nacieron los valles y las cumbres aparecieron junto a los pinares en la superficie. Y los progenitores se llenaron de alegría.
En seguida hicieron a los animales pequeños del monte, a los guardianes de los bosques, a los genios de las montañas, a las serpientes, a los venados, a los pájaros, a los tigres, a los lagartos. Y dijeron los progenitores:
- ¿Solamente habrá silencio bajo los arboles? Hablen, griten, gorjeen, digan nuestros nombres, alábennos, ensalcen a sus creadores, invóquennos, adórennos…
Más no se pudo conseguir que aquellas criaturas hablaran. Solo chillaban, cacareaban y graznaban. Y sin lenguaje que las engrandeciera, cada una gritaba de manera diferente.
Cuando los progenitores vieron que no era posible hacerlas hablar, se dijeron decepcionados:
- Esto no estuvo bien. No han podido decir nuestros nombres, el de sus creadores y formadores.
Así pues, los progenitores, ante el fracaso tuvieron que pensar en hacer una nueva tentativa para crear al ser que los adorara: EL SER HUMANO.
- ¡A probar otra vez! Ya se acerca el amanecer y la aurora. Hagamos al que nos sustentará y alimentará.
Entonces hicieron con tierra la carne del hombre, pero vieron que no estaba bien, que se deshacía, que estaba blanda, sin movimiento, sin fuerza y que se caía. No movía la cabeza. La cara se le iba para un lado. Tenía velada la vista. No podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no poseía entendimiento.
Con el agua se humedeció rápidamente y no se pudo sostener. Y dijeron los progenitores:
- Bien se ve que no puede andar ni multiplicarse.
Entonces desbarataron y deshicieron su intento de hombre y siguieron preocupados. Y luego de consultarse entre si, dispusieron que se juntara madera para que con ella hicieran un hombre, duro, resistente que los habría de sustentar y alimentar cuando amaneciera.
- Buenos saldrán nuestros muñecos hechos de madera. Hablaran y conversarán sobre la faz de la tierra.
Prosiguieron y al instante fueron hechos los muñecos de madera. Se parecían al hombre. Hablaban como el hombre y poco a poco poblaron la superficie de la tierra. Existieron y se multiplicaron. Tuvieron hijos los muñecos de palo, pero no tenían fuerza creadora ni sabiduría, ni entendimiento, ni memoria, ni voluntad. No se acordaban de su creador. Caminaban sin rumbo y andaban a gatas. Y por no acordarse de sus padres, de los progenitores, cayeron en desgracia. Un gran diluvio se formo y cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo. Fueron anegados, aniquilados, destruidos y desechados los muñecos de madera.
Así fue la rutina de los hombre de madera, creados por os progenitores. Y dicen que la descendencia de aquellos son los monos que existen hoy en los bosques. Estos son la muestra de los que fueron. Por esta razón el mono se parece tanto al hombre.
Y entonces, los progenitores, tristes por no haber cima a su obra, decidieron:
- Ha llegado el tiempo del amanecer, de que termine la obra y aparezcan los que nos han de sustentar y nutrir la humanidad. -
Los progenitores se juntaron, llegaron y celebraron concejo en la oscuridad de la noche. De esta manera salieron a la luz claramente sus decisiones y encontraron lo que debía servir para construir la carne del hombre: mazorcas blancas y mazorcas amarillas. El maíz los formaría. E hicieron los cuatro primeros.
Así, de este alimento provinieron la fuerza de sus músculos, el vigor de sus brazos y la agilidad de sus piernas, y fueron dotados de inteligencia y vieron todo lo que hay que ver en este mundo. Nada se ocultaba a su mirada que con asombro veía la bóveda del cielo y la faz redonda de la tierra.
Luego los creadores les formaron a sus esposas y fueron hechas las mujeres. Durante el sueño, mientras dormían, llegaron verdaderamente hermosas. Cuando los cuatro primeros hombres despertaron, se llenaron de alegría sus corazones y dieron vida a todos los que habitamos la tierra.
Adaptación:
Antonio dominguez Hidalgo
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