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Murió abrazado a sus hijos.

Esta historia conmovedora de un padre que fue desenterrado abrazado, a sus hijos. La nota que nos regala elPeriodico.com

El cadáver de un hombre rescatado abrazado a los cuerpos de sus hijos, diez ataúdes de una misma familia en línea, una aldea en llanto. Tres imágenes atroces que pintan a San Cristóbal Cucho a 24 horas del terremoto que azotó Guatemala.

Los Vásquez (matrimonio, seis hijos, dos sobrinos) encontraron la muerte juntos, fueron enterrados vivos en una cantera de donde obtenían materiales para hacer bloques de construcción.

Los rescatistas más curtidos rompieron en lágrimas al encontrar el cadáver del padre abrazado a sus hijos, tratando en vano y hasta el final de protegerlos.


"Justo, mi hermano, se murió. Su mujer Ofelia se murió, y su seis hijos. Y murió mi hijo también (...) él (Justo) abrazó a sus hijitos. Así fue como los encontraron. Todos los vecinos llegaron a rescatar, a sacarlos uno por uno. Todavía (estaban) calentitos" relata Rómulo Vásquez.

Este poblado es uno de los más golpeados por el terremoto que dejó al menos 52 de muertos, una veintena de desaparecidos y un centenar y medio de heridos.

El terremoto de 7,4 grados y con epicentro bajo el océano Pacífico golpeó en especial la empobrecida y montañosa zona del occidente guatemalteco, donde la mayoría de las víctimas murieron al derrumbarse sus casas de adobe (lodo seco y paja) o por caídas de toneladas de rocas y tierra de los cerros.

La casa que habitaban los Vásquez está sobre la calle principal de San Cristóbal Cucho. Imposible no ubicarla ya que a decenas de metros se escuchan los llantos desgarradores de familiares y vecinos.

El miércoles, Justo, Ofelia, sus seis hijos de 3 a 14 años y dos sobrinos estaban trabajando todos juntos en la cantera. Poco después de las diez y media de la mañana la tierra comenzó a temblar y desde los cerros cayeron rocas y tierra que los enterraron vivos. Todo el pueblo corrió al lugar, pero fue en vano.

"El pueblo está de luto porque se ha ido una familia entera por la naturaleza que Dios nos ha dado. ¿Qué podemos hacer?", dijo el alcalde Pedro Cardona.

Este jueves temprano, cuando la bruma otoñal de la montaña todavía cubría esta aldea rodeada de volcanes, los vecinos, frustrados por su fracaso en el rescate del miércoles, fueron al velatorio de los Vásquez.

En el patio de la casa un grupo de mujeres con vestimentas tradicionales mayas cuidaban las marmitas donde se preparaba una sopa y café para tratar de reconfortar a los dolientes, mientras un grupo de niños, ajenos al drama, correteaban por el sitio.

Los vecinos ingresan uno a uno a la pieza donde están colocados muy juntos los 10 féretros, mientras en un rincón una mujer mayor, con un rostro surcado por tantas arrugas que hace imposible siquiera tratar de adivinar su edad, llora bajo un gran crucifijo.

"Yo estaba trabajando en un cafetería cuando fue ese temblor tan fuerte. Y hay temor que habrá mas temblores", dijo aún bajo conmoción Gabino Calavilax, otro vecino del pueblo.

Muchas de las casas de la aldea fueron destruídas. Los escombros en la calle obligan a los vehículos a zigzaguear a poca velocidad, por ejemplo frente a la casa de Víctor Domínguez, cuyos muros están cruzados de fisuras y seguramente imposibles de reparar.

"Queremos alguna ayuda si se puede. Nosotros somos pura 'mano dura'", asegura Domínguez recordando el lema de campaña que llevó hace un año al poder al actual presidente Otto Pérez.

"El gobierno sabe quiénes somos nosotros. Yo soy un líder con el partido (...) esperamos alguna ayuda de Otto Pérez", insiste Domínguez.

Afuera sus hijos luchan por sacar los escombros. A lo lejos, los llantos, como una baliza desgarradora, siguen señalando la ubicación del velorio de los Vásquez.

Con una nota original, de " elPeriodico "


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