Este es el primer relato de cuando todo se hallaba inmóvil. Cuando no había todavía seres humanos ni animales, ni arboles ni piedras, y todo estaba en calma y silencio. Solo la mar serena se mantenía en reposo, tranquila y apacible, pues la faz de la tierra aun no se manifestaba. Nada había dotado de existencia. Más en el centro de la noche eterna del inicio, moraban los progenitores rodeados de aguas claras y transparentes, vestido de plumajes verdes y azules, llenos de energía y pensamientos. Y ellos hicieron la palabra. Y en la oquedad del cosmos hablaron, meditaron y se pusieron de acuerdo para crear al hombre cuando la luz llegara. De esta manera, en la oscuridad de las tinieblas nocturnas del origen, dispusieron la creación y el crecimiento de los seres: - ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacio! ¡Que esta agua inmensa se retire y desocupe el espacio para que surja la tierra! ¡Que aclare! ¡Que amanezca! ¡Que broten los arboles y los bejucos! Y diciendo esto lo